8 de enero de 2011

El hombre del piano.

Siempre me he considerado un hombre afortunado, por tener los maravillosos dones que Dios me dio. Desde niño, mis capacidades y anhelos creativos me guiaron directamente hacia la música, la única musa que me hacía alucinar tanto como si fuese un adicto al crack: un adicto a la música.
Mientras los otros se regocijaban jugando en el patio con sus figuras de acción, sus patinetas, sus trompos y juguetes de cuerda, yo aprovechaba mi tiempo, leyendo en la vieja biblioteca de mi abuelo, que tenía un gran contenido en literatura musical, libros con partituras musicales, así como biografías interesantes que leí incansablemente, hasta el día de su muerte.
Nunca supe en realidad la importancia de la composición de la música, simplemente la sentía en el interior de mí ser, cada que me sentaba en el viejo piano de cola de la tía Mercedes, ubicado en el salón principal de su casa; de color negro, con la lucidez en las teclas tan finamente labradas en marfil.
Siempre que teníamos oportunidad de salir fuera de la ciudad, rogaba a Dios que fuera para visitar a Tía Mercedes, para poder  tocar una vez más, el suave marfil de aquellas viejas teclas de su desafinado piano, y sentir recorrer las notas musicales como armonías danzando dentro de mis oídos. El suave resonar del Do, al compás de cuatro tiempos, la suave armonía que se creaba al fusionar un acorde de Fa mayor sobre la clave de sol, adornándolo con arpegios de la misma nota, tocada una octava mayor.
Pasó el tiempo, y mi padre ascendió de puesto en la empresa que trabajaba: una empresa dedicada a la venta de carnes frías para la ciudad y otras aledañas.
El nivel socioeconómico en mi familia súbitamente se vio mejorado, por lo que mi padre pudo complacer alguno de mis caprichos más anhelados; y  me compro un pequeño piano que estaba en venta en la calle Principal de la ciudad.
Aún recuerdo la primera vez que me senté frente aquel instrumento: lo admire con detalle durante un instante que se antojó una eternidad. Lo observaba como si fuese un bebe, recién nacido; con una incontenible ternura, y extrema precaución a la hora de tocarlo. Estaba completamente feliz!
*****
Años consecutivos,  la ola de crisis mundial, vio afectada la empresa donde trabajaba mi padre, por lo que los precios de la canasta básica subieron, y la demanda de carne disminuyo notablemente al punto de casi dejar en quiebra el esfuerzo de mi padre por sacar adelante su negocio.
Fueron tiempos difíciles, en el negocio, tanto como en la familia. Las rupturas sociales de mi padre se vieron reflejadas en su mal humor, y carencia de afecto hacia mi madre y hacia mí. La falta de dinero hacia que mi padre y mi madre pelearan todo el tiempo discutiendo por los alimentos, la ropa, o simplemente por cosas sin sentido que aún no era capaz de comprender.
Un domingo, desperté y el piano que me había comprado mi padre no estaba: Lo había vendido para poder pagar las deudas. Es una de las cosas que jamás le perdone a mi padre...
*****
Decidí estudiar una carrera (algo que mi padre no dejaba de mencionar), con los ahorros de mi vida, gracias al trabajo que me había dado el Señor Gómez, limpiando la tienda musical, donde mi padre había comprado mi piano hace un par de años. No era un sueldo que implicara felicidad, sin embargo; mi felicidad siempre estaba ahí, gracias a la gran cantidad de instrumentos que podía tener en mis manos a la hora de pasar el paño húmedo y ponerlos en el anaquel, aunque no pudiera tocarlos.
Partí a  la capital un día de septiembre, vagamente recuerdo la fecha. Iba directo a la universidad, a cumplir el sueño de mi padre por tener una carrera. Sin embargo, las esperanzas musicales aún se mantenían albergadas en el fondo de mis deseos, esperando a ser cumplidas por segunda vez.
*****
Siempre fui un hombre honesto, y tuve un gusto excepcional por las mujeres pelirrojas, "con pequitas en sus mejillas y nariz", por lo que, en cuanto termine mi carrera profesional, me case Stephanie, una compañera de clase, que me conquisto enseguida.
Tuvimos un hijo hermoso al que llamamos Aarón, tal como se llamaba mi abuelo. Y al parecer, con el tiempo descubrí que Aarón tenía las mismas dotes musicales que su padre. Aún recuerdo la primera palabra de Aarón, mientras escuchábamos las 4 estaciones de Vivaldi en el viejo tocadiscos. Balbuceando, logro decir - música- sin esfuerzo alguno, (siempre que pasaba tiempo con él, le contaba de mis grandes anhelos por  tocar en una orquesta, aunque solo fuera un bebe y no comprendiera palabra de lo que le decía).
*****
El doctor me detecto una enfermedad incurable en las manos. Si no se encontraba la cura a tiempo, tendrian que amputármelas. Esta noticia me hacia sentir un poco triste, porque, no podria escribir ni una memoria más, ni mucho menos volveria a sentir el suave tacto del piano que tanto he ame. Aarón hoy parte a otra ciudad, a estudiar medicina. Estuve en un error al creer que mi hijo tendría las mismas dotes musicales que su padre, sin embargo me siento orgulloso de él, porque estudiara lo que siempre quiso ser cuando era tan solo un retoño.
*****
Es increíble como una simple enfermedad puede derrumbar a una persona llena de energía. Hace días que no salgo de mi habitación. Afortunadamente tengo un cuarto de baño cerca, lo que evita que camine un trayecto largo. Estas piernas me están matando, y el color morado de mis manos no disminuye. Creo que es mejor que llame a Aarón, para que me consulte...Aun extraño el aroma de su madre, cuando vivía. Esta casa se siente vacía sin la presencia de ambos...

*****
Me quedan pocas horas? en realidad no sé. No me siento tan animado después de la mala noticia que me ha dado mi hijo. Su mujer pereció en un accidente, y mi nieto Joseph murió con ella. Aarón está destrozado, y yo? Soy tan solo un despojo, un estorbo en esta maldita silla de ruedas, mis manos son un pedazo de carne sin función. No puedo valerme por mi mismo para ir a mear, ni siquiera puedo comer con mis propias manos...
Cuanto tiempo tendré que esperar para que toque la muerte a mi puerta, y entre con sigilo para llevarme en su oscuro manto a las profundidades del abismo del sufrimiento.
Por un lado, me siento tan alegre porque poder ver a mis padres, a mi abuelo, a mi nieto...Oh! mi nieto, quien saco el don musical de su abuelo.
Recuerdo que antes del accidente, Joseph siempre corría junto a su abuelo pidiendo que le contara otra historia. Su historia favorita?  Era de aquel músico de Jazz, un músico de tez negro que siempre quiso tocar en un Bar, tan solo por conquistar a una bella dama de los suburbios. Sin embargo, no era aceptado por la sociedad debido al color de su piel. El músico de jazz jamás se rindió, hasta que después de 60 años, pudo tocar aquellas notas, para la dama que siempre amo. Toco fervientemente las notas, el día que la mujer reposaba tranquilamente en su ataúd, con una melosa sonrisa, y un tono pálido en su piel. Sin embargo el jazzista no dio pie a la derrota, y en honor al amor de su vida, logro tocar  una pieza en aquel salón de Jazz al que nunca fue aceptado...Después, simplemente cerro los ojos y se dejó llevar por la fría mano de la muerte.
Joseph, con una sonrisa en la comisura de los labios, sin saber que era la muerte, me preguntaba si algún día cumpliría mi sueño, de volver a tocar el piano. Yo? simplemente respondía con una falsa sonrisa y asentía con la cabeza.
*****
Quisiera poder al menos, tocar aquellas notas que me volvían loco años atrás. Quisiera retroceder el tiempo para poder disfrutar más de aquellos insignificantes momentos en el piano de la tía Mercedes, con  sus estruendosos gritos encima de mi cabeza, alegando el porqué de mi arrebato por tocar el piano de su ya fallecido esposo Louis, un músico de jazz.
Es hermoso el sonido de las aves.
            Afuera debe estar haciendo un día bastante ameno y maravilloso, lleno de luz y paz, sobre todo paz. El sonido que envuelve este pueblo, parece ser el réquiem de mi repentina muerte, aquí, postrado en mi cama, sin poder moverme, y con el anhelo más grande de mi vida...
Volver a tocar aquel piano... que me regalo mi padre....Do, Re, Mi…
 Aun puedo escuchar a lo lejos las notas de su desafinado piano. Puedo sentir la capa de polvo que cubre las finamente labradas teclas de marfil. Puedo sentir, el olor de la madera y el barniz del piano. El olor a humedad de la habitación, el simple aroma… de la música.
Gracias por leerme
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario