27 de diciembre de 2012

El engaño


– ¿Me amas?
– ...
– ¿Sabes algo? Jamás te dejaré. Ni por todo el Jazz del mundo te volvería a dejar. Siento lo que pasó alla afuera, pero... ¿Sin resentimientos?
– ...
En el fondo, se escuchaba una vieja melodía interpretada por los Carpenters. El volumen era bajo, sin embargo se entendía claramente lo que se cantaba entre versos:

We've only just begun to live,
White lace and promises
A kiss for luck and we're on our way.
We've just begun. 

– ¿Recuerdas esta melodía amor? Fue la primera canción que bailamos antes de que tu y yo estuvieramos casados. En casa de Martin... ¿Recuerdas? tu estabas parada del otro lado de la sala, sosteniendo tu vaso... ¡Un vaso de agua! porque temías que si tomabas terminaras como tu amiga Sofía. ¿Recuerdas? – una lágrima recorrió la mejilla del hombre hasta alcanzar su barbilla. Aspiró sus mocos de vuelta a sus fosas nasales y enjugó el resto con su sucia manga.
– No puedo creer que todo eso ya no exista. Pero al menos puedo tener la seguridad de que siempre estarás conmigo. 
El disco siguió tocando melodías alternas, esta vez era el turno de Queen cantando su clásico "Love of my Life". 
–¿Ves, como todo puede cambiar? Yo puedo cambiar amor. Cambié por ti. Antes de que... –hizo una pausa.– Antes de que pasara todo esto, tu sabes – otra pausa – Quemé este disco para ti. No soy muy fanático de estas canciones, pero se que a ti te encantan y... bueno... quería hacer algo bonito para ti. – El sujeto guardó su distancia y la contempló durante un largo rato. Tenía hambre y sus piernas le dolían debido al esfuerzo que había aplicado al correr casi diez cuadras. Se levantó y con sígilo se dirigió a la ventana. Estaba anocheciendo y parecía no haber señal de ellos.
– Lo siento Martha. En verdad lo siento. – El hombre dio la vuelta y miró a su mujer, postrada en una silla.– Siento tanto haberte engañado –volvía a llorar, esta vez sus lágrimas marcaban surcos limpiando la mugre de su rostro.– Lo siento tanto. No sé que rayos estaba pensando. Todo fue tan rápido... –suspiró hiperventilado y continuó – Ella sabía que era felizmente casado, que tenía una bella esposa. En verdad no sé porque lo hice... pero... pero... ¡Puedo compensartelo! ¿Recuerdas ese viaje a Buenos Aires que no pudimos hacer debido a mi trabajo? ¡Podemos hacerlo! Machu-pichu, Brasil, Argentina, Uruguay, Asunción... ¡Vamos a donde quieras! todo lo que desees... –Se detuvo un momento cuando un ruido del exterior rompió el silencio de la calle. – Será mejor que coja el arma de la cocina. No quiero tener visitas inesperadas el día de hoy.
Se dirigió a la cocina. La poca corriente de aire que recorría la sala había secado sus lágrimas curtiendo su piel. Activó el interruptor de la luz pero éste no funcionó. – Amor...– susurró – Recuerda que tenemos que volver al centro comercial por más focos y gasolina. No creo que el generador dure mucho.
Abrió el refrigerador tentando y caminando a oscuras, guiado por la poca luz que llegaba desde el comedor y un tufo de comida echada a perder llegó hasta su congestionada nariz. Se hincó y vomitó bilis. No había comido en tres días. 
Cerró la puerta del  refrigerador y buscó en la alacena sin tener éxito. Se detuvo en el instante en que llegaba un grito desde la calle. Cogió el arma de la alacena y la guardó entre su cinturon y los pantalones.
–Parece que tenemos visitas amor. Será mejor que refuerce la puerta.
Se dirigió de nuevo al comedor y cogió de una mesita un par de clavos y un viejo martillo. Cuidando de no hacer tanto ruido clavó pedazos de madera en sitios donde la puerta parecía haber perdido fuerza.
– Que locura con este mundo de hoy en día....
Afuera los gritos cesaron de golpe y todo quedó completamente en silencio. Al fondo del comedor se escuchaba una canción de Whitney Houston cantando "I Have Nothing". Cuando se dirigió hacia el lugar donde estaba su esposa, ésta había desaparecido. Las ataduras que había improvisado con pedazos de tela descansaban en el piso 
– ¿A...amor? –titubeo chasqueando los dientes del miedo. 
– N...no... es... gracioso... Sabes que no me gustan estos juegos.
Se apresuró a cojer el arma que tenía en los pantalones y la cargó. Apuntó de frente colocandose en una esquina del comedor. La música había dejado de tocar, y los gritos volvieron a romper el silencio afuera, en la calle.
Sentía un sudor frío recorrer por su frente y su espalda. Por más que quería conservar la calma no podía. –¿Amor? S..sa-bes que fue lo mejor que me pasó en esta vida? – la luz del comedor comenzó a parpadear. –¿Sabes, corazón que, desde el momento en que mis ojos te miraron, supe que contigo pasaría el resto de mis días? – La luz se desvaneció por completo. Un rayo de luz de luna se coló por un huequito de la ventana tapada con tablones. Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad. Seguía temblando y transpirando del miedo. Sintió algo cálido recorrer su pierna hasta humedecer sus zapatos deportivos. 
– Amor... –tembló al hablar – Amor... Juntos por siempre... ¿Verdad?... Hasta que la muerte nos separ...
La silueta de la mujer se abalanzó sobre el cuerpo del hombre, mordiendo de lleno la yugular. Los mordizcos de la zombie lograban sacar pedazos grandes de piel y músculo de su esposo. Se acercó lentamente al oído de su prometido, masticando lo que quedaba de su dedo índice.
– Has....ta... que... la... mue...rrrteeee... nos... zzze...pa....re... Amor mío.– arrancó la oreja derecha de un solo bocado.


2 de noviembre de 2012

La espera.

Se sentaba todos los días en el mismo sitio, esperando a su dueño, el mismo dueño que lo había olvidado en aquel lugar cuando era apenas un cachorro. No es que el niño fuera malo, simplemente se había quedado dormido y el can, apenas siendo un cachorro había escapado mientras el niño dormitaba recargado en las piernas de su madre y soltaba sin querer la correa de sus manos. 
Su madre apenas se inmutó del suceso, y continuó hablando con la señora que estaba sentada a su lado. Cuando el niño despertó, el perro ya no estaba. Se espabiló con lentitud y miro hacia ambos lados. No había señal del cachorro por ningún lado. Y así fue como llorando, el niño volvió a casa en el camión de las 6, sin el perro, sin su correa, cargando el costalito de alimento para la mascota que no encontraría en casa.
Y el perro, regresó al lugar donde había dejado a su dueño, la parada del autobus donde el niño dormitaba mientras el corría a buscar algo para morder, y para jugar.

Todos los días en el mismo lugar... con una mirada triste, esperando a su dueño, que vaya por él; esperando dia tras día sentado sin moverse, para que no vuelva a perderlo de vista.




18 de septiembre de 2012

Una copa más...

– Una copa más...
Una copa más siempre pedía. Todos los días entraba por esa puerta a la misma hora. Tal vez era por inercia, o costumbre mía, pero la campanilla que estaba encima de la puerta, cantaba la misma melodía a las cinco de la tarde cuando ella entraba.
No hacía falta levantar la mirada, y observar quién estaba parado en el umbral de la puerta, porque en esos momentos, cuando comenzaba a caminar; sus tacones marcaban el paso con un compás perfecto: uno... dos... uno... dos...
Quince pasos exactamente hasta la mesa donde ella solía sentarse. Quince pasos. Ni uno más, ni uno menos. Directo a la mesa, de una sola silla, a un lado de la ventana.
Yo la observaba detenidamente, mientras el sol de las cinco de la tarde la bañaba con su luz naranja, y hacía relucir su cabello y el color de sus labios carmesí.
Se sentaba ahi, tan callada, tan sutil, tan "ella misma". Tomaba su copa, y la levantaba con mucho cuidado, como si de ello dependiera su vida. La meneaba y observaba como el vino describía pequeños remolinos dentro del contenedor de cristal. 
¡Ah! como me gustaba cuando ponía sus labios sobre la copa. La delicadeza de su piel al tocar el borde del cristal, y sorber un poco de vino, mientras volteaba hacia su izquierda, y se perdía en la nada de la ventana. Afuera, la eternidad del pensamiento se hacía subjetiva en su mente, y se quedaba así, por un rato, mirando, tomando otro sorbo de vino, y mirando de nuevo. Jamás soltaba su copa.
Sabía exactamente donde empezaba y donde terminaba la porción de vino. – Una copa más –decía. Una copa más para la señorita de la mesa cinco. Una copa más para la señorita que siempre viene a las cinco de la tarde. Cinco copas en su cuenta, que paga con un billete de cincuenta.
Yo ni me doy cuenta lo que pasa, solo la observo mientras paga, sacando otro cigarrillo de un estuche plateado. Le doy su cambio, y ella ni me mira.
La verdad es que me gusta su indiferencia. Me gusta su frialdad, con la cual me arrebata su cambio sin mirarme, sin decirme una sola palabra. Me gusta que venga; que la campanilla de la puerta cante esa melodía que anuncia su llegada. Me gusta que camine siempre esos quince pasos directo hacia la mesa, se siente y se tome las cinco copas de vino.

A veces creo que me enamoro de su indiferencia, otras; solo creo que es un alma solitaria como yo, perdiéndose en la profundidad de sus pensamientos: ella mirando directo a la calle, y yo... ¿yo? perdido en el tiempo de las cinco de la tarde mientras la observo morir con la luz del ocaso...



28 de agosto de 2012

Don José


Desde que nació, el destino de José era el campo.  Solo eso.
No había nada más allá de aquel limitado mundo, que solo semillas, costales, fertilizante, ganado, y jornadas de sol a sol, con un sombrero viejo, los zapatos rotos y casi sin energía al finalizar el día.
Sin embargo jamás existieron cuatro paredes para quién tenía muchos sueños: sueños de poder llegar más lejos de lo que las limitaciones monetarias le permitían llegar.
Pero un día, cogió su sombrero, el mismo sombrero mugroso con el había trabajado casi toda su corta y joven vida, y partió sin preámbulos hacia la capital.
Al llegar, se encontró con un mundo completamente diferente, al que el estaba acostumbrado a vivir; su vida tranquila en el campo, sin ruidos de claxon, contaminación y sobretodo con su familia, había quedado atrás, dando pie a una ciudad contaminada, con una calidad de vida bastante rápida y monótona donde la gente trabajaba con horarios más flexibles, pero encerrados en un cubículo apenas con el suficiente espacio para poder estirarse.
El acostumbrado transporte a burro o a pie, se convirtió en el tren “metro” que llevaba a todos lados por debajo de la ciudad. La comida caliente y de buen sabor se convirtió en comida insípida y con un costo elevado. Sin embargo sus sueños jamás se desvanecieron y permaneció por mucho tiempo en la capital, trabajando para una familia extranjera bien acomodada.
La patrona, era una mujer hermosa, que siempre solía maquillarse y vestirse de etiqueta, aunque no saliera a ningún lado. Jamás se vio a la patrona andar por la casa sin un gramo de maquillaje o algún vestido viejo y sin planchar.
Todos los días el patrón salía exactamente a las 8:00 de la mañana, y su mujer doña Consuelo desayunaba a solas en el comedor. Un comedor de maderas finas, y muy grande, como para tener ahí a 30 personas sentadas y bien distribuidas. Poco después de eso, la patrona colocaba un vinil de música clásica en el tocadiscos, pedía un poco de vino a sus sirvientes y se sentaba en un sillón de la sala, leyendo el periódico, un libro u hojeando una revista, durante casi toda la mañana.
El delirio más fino de José, era acercarse a la sala y poder disfrutar de la música que la patrona ponía todos los días.  Un día era Chopin, al otro era Vivaldi. En días lluviosos Beethoven amenizaba las mañanas, y en días soleados Mozart deleitaba el oído de la patrona y sobretodo de José. Cuando la patrona se encontraba más alegre disfrutaba de una bella Orquesta Sinfónica, ejecutando el Vals de Alejandra.
Había algo en esa música que lo hacía sentir especial, algo que le purificaba desde la punta de la cabeza hasta los pies. La música lo transportaba a un lugar especial, donde se fusionaban las notas creando la más bella melodía. ¡Oh! El retumbar de los tambores, los violines, las percusiones, la sutileza del piano y de las manos bendecidas con ese talento para hacer cantarlo. Algún día tendría el placer de ir a un concierto de orquesta sin importar que pasara. Siempre disfrutó esos momentos matutinos de apreciar la música clásica hasta el día de su muerte…



16 de enero de 2012

Lo que queda atrás

Quién se iba a imaginar, que ella sería la última que pasaría por su mente.
Fue, como una cascada de pensamientos que cayeron en lo profundo de su ser, sin tocar fondo. Se desvanecieron poco a poco hasta quedar sólo el recuerdo de un "hubiera" marcado en tinta, en un lado del corazón que no es visible ni para la ciencia ni para la imaginación; en ese pequeño lugar donde todo queda grabado, y que, en los peores momentos viene a la mente, para traer tristezas profundas.
El arrepentimiento que se leía en sus labios, y la sinceridad con la que las palabras brotaban de su boca, – haciendo una reverberación casi eterna, al contacto de los oídos– fue simplemente la limitante que puso fin a una historia que pudo haber sido.
Quién iba imaginar que ella no solo sería la última en habitar su mente; iba ser la mujer de su vida, la mujer con la que podría despertarse todas las mañanas, y sentir su respiración pegándole en la nuca.
Quién iba pensar, que todo rastro de ilusión se vería estropeado por el estúpido plan de Cupido, de enamorarlos torpemente, sin tener criterio de su pensar.

Ahora solo le queda un recuerdo débil, muy difuso para recordarse con plenitud.
Sólo le quedan lágrimas, y ya ni se acuerda porqué las derrama.
Lo que bien recuerda, es que debe olvidar, aquel nombre, que en un tiempo pasado, muy pasado, fue algo importante para él.


5 de enero de 2012


Este es el primer post que estoy escribiendo en éste año nuevo, y es que la verdad había estado incomunicado por largos periodos sin escribir nada debido a algunos eventos de suma importancia. El trabajo, y otras cosas, anunciaron su llegada y mi tiempo se vió reducido drásticamente. Lo que ven arriba, no es virus ni spam, es una de mis canciones (si les había comentado que hago música no? No?Bueno. Lectores míos, tengo el placer de anunciarles que además de escribir cosas extrañas, soy compositor musical...) Ésta canción la inscribí a un concurso para ganarme una licencia para un programa de producción profesional. Sé que pido mucho al decirles que la escuchen, pues ya hacen mucho con leer éste blog, pero en verdad me sería de mucha ayuda que la escuchasen. Gracias por todo, y que tengan un excelente año. Para las personas que quieran ésta canción, escriban al muro de FB o Twitter y con mucho gusto se las enviaré a su correo. Gracias.