2 de noviembre de 2012

La espera.

Se sentaba todos los días en el mismo sitio, esperando a su dueño, el mismo dueño que lo había olvidado en aquel lugar cuando era apenas un cachorro. No es que el niño fuera malo, simplemente se había quedado dormido y el can, apenas siendo un cachorro había escapado mientras el niño dormitaba recargado en las piernas de su madre y soltaba sin querer la correa de sus manos. 
Su madre apenas se inmutó del suceso, y continuó hablando con la señora que estaba sentada a su lado. Cuando el niño despertó, el perro ya no estaba. Se espabiló con lentitud y miro hacia ambos lados. No había señal del cachorro por ningún lado. Y así fue como llorando, el niño volvió a casa en el camión de las 6, sin el perro, sin su correa, cargando el costalito de alimento para la mascota que no encontraría en casa.
Y el perro, regresó al lugar donde había dejado a su dueño, la parada del autobus donde el niño dormitaba mientras el corría a buscar algo para morder, y para jugar.

Todos los días en el mismo lugar... con una mirada triste, esperando a su dueño, que vaya por él; esperando dia tras día sentado sin moverse, para que no vuelva a perderlo de vista.