22 de septiembre de 2011

Un adiós.. Muy posible de olvidar.

 – Hay tanto por vivir aún... – dijo el sujeto que se encontraba sentado en la guarnición de la acera. Sostenía un papel arrugado y hecho bolita en la mano derecha, y con la otra jugueteaba con la colilla del cigarrillo que acababa de fumarse. –Me olerán los dedos a tabaco. ¡Qué Asco!– dijo el tipo sin bajar la mirada hacia su mano izquierda. Siguió sentado en la acera durante otros cinco minutos y finalmente la necesidad por ir al baño le ganó a su eterna meditación.
Caminaba sin rumbo por la avenida principal, sosteniendo aún en mano el papel hecho bolita, aferrado a éste como si su vida dependiera de ello. Deambuló por otro largo rato mientras el cielo se tornaba de un rojo intenso a un violeta y después a un negro tan espeso, que era difícil saber si esa noche habría estrellas en el firmamento.
Las luces de la ciudad relucían de una manera peculiar aquella noche, y en el ambiente se respiraba un aroma a humedad, –La temporada de lluvias se acerca, se respira en el aire...– rezó una vez más el sujeto y siguió caminando otro rato más...

Llegó al muelle, a orillas de la playa. El mar reflejaba una copia exacta de la luna en el espejo del agua, distorcionandose por la marea, y las olas bailaban tranquilamente, como al son de una balada de jazz.
El sujeto se detuvo durante unos instantes, perdiéndose entre la negrura del mar y la noche, mezcladas perfectamente para hacer de la vista, un cuadro infinito imposible de describir.
Meditó durante un rato más, y tranquilamente bajó la mirada hacia su mano derecha. La presión que había hecho su mano con la carta había dejado surcos y marcas de la hoja arrugada. Sonrió y cuidadosamente abrió la bolita de papel hasta volver a su forma original: una carta con una escritura en garabatos, como si hubiesen escrito aquella carta con rapidez.
Sus ojos repasaron varias veces los vanos 5 renglones que contenían, como si fuera difícil comprender aquel texto. Una lágrima se desprendió de sus ojos y cayó directamente en la mano que hasta hace un par de horas había sido asignada con la tarea de resguardar la carta entre sus dedos. Rompió a llorar en la orilla del muelle como nunca había llorado, golpeando estupidamente el suelo donde se encontraba, y lamentandose una y otra vez. Levantó la cabeza y gritó lo más alto que pudo hacia la nada. Recibió por respuesta una suave brisa que rosó sus mejillas, y llenó de arena las lagrimas que desfilaban sobre ellas lentamente. Se recostó en el piso en pocisión fetal y el sonido del mar lo arrulló hasta que se quedó completamente dormido.
El viento sopló por un largo rato, desprendiendo la carta de su mano, mientras él soñaba con esos cinco renglones que jamás olvidaría:
"Yo sé que las cosas no son como soñabas que fueran algún día. Talvez no soy la persona que buscabas y siento mucho haberte hecho tanto daño. Disculpame si no soy sincera, y si al decirte que te quiero, lo digo solamente para no herirte más. Hoy me dí cuenta que estár cerca de ti, solo nos hace daño a los dos. No puedo estár con una persona a la que no amo. Gracias por ser tú, y disculpame por no ser lo que tu esperabas... ADIOS."
Despertó unas horas más tarde, debido al frío que hacía en la playa, y se enfiló directo a su casa. Le dolía bastante la cabeza, pero se sentía tranquilo, y sin aquel nudo que había tenido en la garganta durante todo el día.
– Hay tanto por vivir aún...– se dijo así mismo y hechó a andar por el camino donde había llegado. Tenía mucha hambre, y le dolían los nudillos por los golpes que había propinado al suelo, sin embargo una tranquilidad, acompañada de felicidad lo embriagaban por completo, y sentía que el tiempo; su tiempo, apenas comenzaba a marcar los segundos, minutos y horas que pronto tendría que vivir.
– A veces... lo que queremos recordar, es lo primero que olvidamos, y siempre recordamos lo que queremos olvidar– volvió a decirse a sí mismo y una débil sonrisa se dibujó en sus labios.





Gracias por leerme.



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