– ¿Me amas?
– ...
– ¿Sabes algo? Jamás te dejaré. Ni
por todo el Jazz del mundo te volvería a dejar. Siento lo que pasó alla afuera,
pero... ¿Sin resentimientos?
– ...
En el fondo, se escuchaba una vieja
melodía interpretada por los Carpenters. El volumen era bajo, sin embargo se
entendía claramente lo que se cantaba entre versos:
We've only just begun to live,
White lace and promises
A kiss for luck and we're on our way.
We've just begun.
– ¿Recuerdas esta melodía amor? Fue la primera canción que bailamos antes de que tu y yo estuvieramos casados. En casa de Martin... ¿Recuerdas? tu estabas parada del otro lado de la sala, sosteniendo tu vaso... ¡Un vaso de agua! porque temías que si tomabas terminaras como tu amiga Sofía. ¿Recuerdas? – una lágrima recorrió la mejilla del hombre hasta alcanzar su barbilla. Aspiró sus mocos de vuelta a sus fosas nasales y enjugó el resto con su sucia manga.
– No puedo creer que todo eso ya no
exista. Pero al menos puedo tener la seguridad de que siempre estarás
conmigo.
El disco siguió tocando melodías
alternas, esta vez era el turno de Queen cantando su clásico "Love of my
Life".
–¿Ves, como todo puede cambiar? Yo
puedo cambiar amor. Cambié por ti. Antes de que... –hizo una pausa.– Antes de
que pasara todo esto, tu sabes – otra pausa – Quemé este disco para ti. No soy
muy fanático de estas canciones, pero se que a ti te encantan y... bueno...
quería hacer algo bonito para ti. – El sujeto guardó su distancia y la
contempló durante un largo rato. Tenía hambre y sus piernas le dolían debido al
esfuerzo que había aplicado al correr casi diez cuadras. Se levantó y con
sígilo se dirigió a la ventana. Estaba anocheciendo y parecía no haber señal de
ellos.
– Lo siento Martha. En verdad lo
siento. – El hombre dio la vuelta y miró a su mujer, postrada en una silla.–
Siento tanto haberte engañado –volvía a llorar, esta vez sus lágrimas marcaban
surcos limpiando la mugre de su rostro.– Lo siento tanto. No sé que rayos
estaba pensando. Todo fue tan rápido... –suspiró hiperventilado y continuó –
Ella sabía que era felizmente casado, que tenía una bella esposa. En verdad no
sé porque lo hice... pero... pero... ¡Puedo compensartelo! ¿Recuerdas ese viaje
a Buenos Aires que no pudimos hacer debido a mi trabajo? ¡Podemos hacerlo!
Machu-pichu, Brasil, Argentina, Uruguay, Asunción... ¡Vamos a donde quieras!
todo lo que desees... –Se detuvo un momento cuando un ruido del exterior rompió
el silencio de la calle. – Será mejor que coja el arma de la cocina. No quiero
tener visitas inesperadas el día de hoy.
Se dirigió a la cocina. La poca
corriente de aire que recorría la sala había secado sus lágrimas curtiendo su
piel. Activó el interruptor de la luz pero éste no funcionó. – Amor...– susurró
– Recuerda que tenemos que volver al centro comercial por más focos y gasolina.
No creo que el generador dure mucho.
Abrió el refrigerador tentando y
caminando a oscuras, guiado por la poca luz que llegaba desde el comedor y un
tufo de comida echada a perder llegó hasta su congestionada nariz. Se hincó y
vomitó bilis. No había comido en tres días.
Cerró la puerta del
refrigerador y buscó en la alacena sin tener éxito. Se detuvo en el
instante en que llegaba un grito desde la calle. Cogió el arma de la alacena y
la guardó entre su cinturon y los pantalones.
–Parece que tenemos visitas amor.
Será mejor que refuerce la puerta.
Se dirigió de nuevo al comedor y
cogió de una mesita un par de clavos y un viejo martillo. Cuidando de no hacer
tanto ruido clavó pedazos de madera en sitios donde la puerta parecía haber
perdido fuerza.
– Que locura con este mundo de hoy
en día....
Afuera los gritos cesaron de golpe y
todo quedó completamente en silencio. Al fondo del comedor se escuchaba una
canción de Whitney Houston cantando "I Have Nothing". Cuando se
dirigió hacia el lugar donde estaba su esposa, ésta había desaparecido. Las
ataduras que había improvisado con pedazos de tela descansaban en el piso
– ¿A...amor? –titubeo chasqueando los
dientes del miedo.
– N...no... es... gracioso... Sabes
que no me gustan estos juegos.
Se apresuró a cojer el arma que
tenía en los pantalones y la cargó. Apuntó de frente colocandose en una esquina
del comedor. La música había dejado de tocar, y los gritos volvieron a romper
el silencio afuera, en la calle.
Sentía un sudor frío recorrer por su
frente y su espalda. Por más que quería conservar la calma no podía. –¿Amor?
S..sa-bes que fue lo mejor que me pasó en esta vida? – la luz del comedor
comenzó a parpadear. –¿Sabes, corazón que, desde el momento en que mis ojos te
miraron, supe que contigo pasaría el resto de mis días? – La luz se desvaneció
por completo. Un rayo de luz de luna se coló por un huequito de la ventana
tapada con tablones. Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad. Seguía
temblando y transpirando del miedo. Sintió algo cálido recorrer su pierna hasta
humedecer sus zapatos deportivos.
– Amor... –tembló al hablar –
Amor... Juntos por siempre... ¿Verdad?... Hasta que la muerte nos separ...
La silueta de la mujer se abalanzó
sobre el cuerpo del hombre, mordiendo de lleno la yugular. Los mordizcos de la
zombie lograban sacar pedazos grandes de piel y músculo de su esposo. Se acercó
lentamente al oído de su prometido, masticando lo que quedaba de su dedo
índice.
– Has....ta... que... la...
mue...rrrteeee... nos... zzze...pa....re... Amor mío.– arrancó la oreja derecha
de un solo bocado.
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